Como ya les habia contado, hay veces en que gente, lugares y cosas se meten a La Torre, asi como asi, de improviso. A veces con un estruendo tremendo, como El Elefante Sin Talento Natural que Trataba de Aprender Tap ; otras veces silenciosamente, entre gallos y medianoches, como El Gallo que Cantaba y ocultaba al Sol.
Un dia mi baño es solamente el cuarto de los desahogos y al otro puede ser la Sede Regional del Concurso de Triangulos que Se Agarran a las Piñas para Ver Cual es Mas Escaleno (y lo fue, pero esa es una historia matematica y aburrida).
Entonces nunca se sabe que se puede encontrar detras de una puerta, o agarrado del techo o deslizandose por las tuberías. Y no saber que puede pasar a mi alrededor siempre me dio terror (o sea, la vida me da terror), asi que cuando sentía el estruendo de una modificacion salvaje o percibia un cambio sutil en el ambiente, no osaba salir de La Pieza, el unico lugar que jamas cambia, aquel desde donde les escribo esto.
Cuando Oli entró a La Torre por su propia voluntad, luego de muchos intentos (ante mi asombro), y me llenó de felicidad (pero eso ahora duele, no se como puedo siquiera escribirlo, ¡OLI YA NO ESTÁ!...)
Perdon. El tema es que Oli amaba las locuras que entraban a la casa, sin importarle lo peligrosas que podian ser y me arrastraba con el cuando sentia el estruendo o percibia el cambio sutil. Y yo, de su mano, temía menos. No es que me era mas facil aplaudir al Elefante Sin Talento, no, me daba la misma vergüenza ajena, pero decirselo a Oli le daba a toda la experiencia el valor de lo compartido: era medio miedo, era media vergüenza.
La Pieza ahora se siente fría y del tono mas oscuro de gris sin su presencia. La Torre entera ahora se siente envenenada.
Milagrosamente (y es que los milagros pueden ocurrir aun aqui) cada dia, de a poco, aprendo a amar mas las locuras que entran a La Torre. Y la presencia de la patita del Oli que se quedó conmigo me agarra y me lleva, ignorando al Oli real y su desamor, para que veamos si es que por fin El Elefante se compró un pie derecho.
En esos momentos me olvido un poco del veneno. Ese es el regalo que Oli me dejó.-
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